“Yo creo que cualquier profesional siempre sueña con que su trabajo, su esfuerzo y sus conocimientos redunden en el beneficio de la sociedad”, dice Adriana María Quinchía, directora de la Maestría y el Doctorado de la Escuela de Ingeniería de Antioquia, en el laboratorio en el que ella y su equipo están haciendo algunas de las pruebas con las que esperan ofrecer una solución de economía circular que recupere los suelos del Urabá Antioqueño.
Por eso le gusta tanto la investigación aplicada, de la que podemos encontrar un ejemplo perfecto en el proyecto que se titula “Desarrollo de un mejorador de suelos para el Urabá antioqueño a partir de biochar producido con residuos del sector palmero”, y que fue presentado a la convocatoria de la Agenda Regional del G8 por la Escuela de Ingeniería de Antioquia, la Universidad Nacional y la Universidad Pontificia Bolivariana.
Este, siguiendo un modelo de economía circular, busca aplicar las tesis de varias investigadoras a una de las actividades agroindustriales que más residuos genera: la producción de aceite de palma. Según las fuentes citadas en el estudio, del sector palmero resultan tres mil toneladas de cuesco de palma anuales, solo en el Urabá Antioqueño. “Es demasiado residuo que no se está aprovechando dentro de una cadena de valor”, explica Nevis Ruiz, estudiante de maestría en Ingeniería Química en la Universidad Nacional e investigadora principal del proyecto.
Por eso, decidieron mejorar unas máquinas que, aplicadas a un proceso específico también diseñado por ellas, pueden convertir de forma eficiente el cuesco de la palma en un producto, conocido como biochar, que sirva para nutrir el suelo que pierde propiedades debido a las actividades del mismo sector.
Ingeniería química, pirólisis, nanotecnología, modelos predictivos matemáticos, estudios de captura de carbono, condensación de gas para estudiar la posibilidad de generar biocombustibles y alianzas con empresas para hacer pruebas de invernadero se unen en una sola investigación que tiene como fin generar un impacto positivo en el territorio del Urabá antioqueño, desde una mirada ambiental y económica.
Y que, además, espera inspirar a estudiantes de pregrado a apostarle a generar cambios significativos desde la ciencia. “La idea no es solamente entregar una posible solución y aprovechabilidad de un residuo agroindustrial, sino que a la vez estamos formando investigadores jóvenes que están haciendo sus proyectos de investigación aplicada donde esperan tener esos resultados y ver cómo el desarrollo de sus investigaciones le sirve a la sociedad”, explica Adriana María.
Ahora, las investigadoras solo esperan terminar exitosamente los 60 días de pruebas de invernadero para garantizar que el biochar sea un vehículo de nutrientes adecuado para los suelos, para así poder compartir la solución con los campesinos y productores de la región.