Por Iván Castaño, director ejecutivo de Ruta N
Los retos que hoy tenemos como humanidad en materia política, cultural, social o económica son inmensos; y si hablamos del medio ambiente y en general de nuestra relación con este, la deuda que se evidencia es incalculable.
Cada vez somos más conscientes de cómo nuestras acciones repercuten en el cambio climático y ponen en riesgo la vida de las futuras generaciones: el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación del aire y de las fuentes hídricas, la tala indiscriminada de árboles y el impacto tanto de la ganadería extensiva como de la agricultura industrial.
En la misma medida, hoy tenemos un mayor entendimiento de la problemática, en gran parte, gracias al acceso al conocimiento, a la tecnología, a la información y a lo que ocurre casi que de manera inmediata, no solamente en nuestro entorno, sino en el mundo entero.
Ahora bien, este contexto es el que nos ha permitido identificar de manera más específica las necesidades de base que habilitan cambios sustanciales en beneficio de la humanidad, pero sobre todo, de nuestra relación con el planeta para su conservación. Asimismo, se ha convertido en el escenario de múltiples oportunidades para los ecosistemas de innovación y emprendimiento, en los cuales se empiezan a gestar soluciones que lleven a otras maneras en cómo los seres humanos nos relacionamos y nos beneficiamos de nuestro entorno, partiendo de transformaciones sustanciales a nivel social, cultural, político y económico.
Este es el propósito de la innovación transformativa, propiciar cambios en nuestros sistemas sociales y técnicos, desde la ciencia, tecnología y la innovación, orientados hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).